Diario

24/01/2020

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Sé que soy un chico nervioso…

Lo soy desde que nací, no es un secreto, y parece que es ahora, con la edad de Alejandro Magno, cuando me harto de estos nervios. Quisiera desahuciarlos, no reprimirlos, expulsarlos de mi cuerpo, aunque sé que eso es imposible.

Hace una semana que viví otro de esos episodios. Mi particular Caos, ese que habita en mí desde mis primeros latidos, tomó posesión de los miedos que nadan en mi mente, y lo más importante, se adueñó de mis palabras, de mi poesía «si es que a lo que mis cuerdas vocales emitieron le podemos llamar de esa forma». Acudí, como cada mes de los últimos cuatro, a la slam poetry Valencia, allí debía recitar, al menos, uno de mis poemas «los que escribo mientras no escribo la novela, cuando no trabajo, o cuando mi niña duerme y no puedo disfrutar de su sonrisa». Salí. Y recité. Vale que lo escribí el día anterior, vale que lo repasé pocas veces, pero me parecía feo salir con el papel. Lo intenté de memoria «total, me salió bien en casa». Claro, en casa. Allí no habían desconocidos mirando, amantes de la poesía que te juzgan «ahí reside mi error». Y Caos tomó posesión de mis actos. Las palabras se trabaron. Murió el poema antes de ser pronunciado, antes de que pudiese expulsarlo de mí «es ese detalle el que encierra el secreto». Un blanco nuclear inundó mis recuerdos sobre las estrofas, inventé partes que no tenían razón de ser y mezclé otras que dejaron de tenerla… Un desastre.

Días más tarde…

leí una entrevista a Suso Sudón. Y en sus respuestas encontré la clave para silenciar a Caos:

—«Recitar es un acto de humildad máximo» «Cedes el protagonismo al poema» «Te preocupas por quedar bien y eso te hace cometer errores» «Debes poner el poema en primer lugar» «Esa es tu razón de recitar, transmitir el mensaje. Y ese mensaje debe estar por encime de ti, delante de ti».

Puede que no sean las palabras exactas, pero fue lo que le contestó a la entrevistadora. Y eso me hizo ver que el egocentrismo es el que alimenta al Caos. Quedó claro que una causa es lo que pone cada cosa en su lugar. Y esa causa es, para mí, la literatura «que ayuda a mejorar la vida», la creación literaria «que ayuda a mejorar mi vida», pero, lo más importante: esa causa es la poesía «la que acuna a la vida sobre el planeta». De la que todos formamos parte. La que mece los sueños bajo un manto de realidad implacable; la misma que logra, en ocasiones, que estos atraviesen ese manto y se presenten a la realidad más majestuosos de lo que jamás se soñaron.

Es tan amplio el bagaje que abarca el término poesía, a mi entender, que sería imposible representarlo aquí. Desde lo más cotidiano, a la novela más manida y elaborada; desde el amor o el dolor más real, al romance o la tragedia mejor relatados, mejor vividos, al fin y al cabo.

Y así, tras este nuevo bache en mi senda poética, espero ser capaz de anteponer el mensaje a mi propia persona la próxima vez. «Aunque sé lo difícil que es, aun más siendo un novato en este mundillo».

Caos nos acompaña desde que nacemos y no hay que dejar que establezca el control sobre nuestros actos. Él no conoce el control.

 

Ahora mismo voy a continuar con la segunda parte de El Juego De La Vida. El título del capítulo catorce, que escribiré hoy, lo tengo claro: Desamparo.

 

¡Hasta pronto!

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