Mi querido planeta
Todavía recuerdo el comienzo del otoño en mi infancia, que por la latitud en la que me encuentro era más bien frío, no como hoy, que a mis treinta años he llegado a disfrutar de algún baño por esas fechas. Le estoy agradecido a mi planeta por ello, pues, como buen latino, no me gusta el frio. Muchos son los recuerdos que tengo de mis mañanas hacia el colegio tapado por completo, dejando un hueco entre mi bufanda y mi gorro, por donde apenas veía el mundo que me rodeaba cual caballero tras su yelmo. Cuando creces no te preocupas por estas cosas, hay tantas otras por las que preocuparse que esto pasa desapercibido.
¿Percepción infantil?
Cuando comencé a tomar consciencia de estos cambios los achacaba a mi percepción infantil sobre el mundo, agrandando todo lo que ahora me parecía normal, de la misma forma que pasaría entonces con el frio. Pero, pasada mi adolescencia empecé a escuchar sobre esto del cambio climático, y me pregunté: “¿Puede que sea esto lo que en realidad sucede…?”
Pasé mucho tiempo informándome sobre el asunto en cuestión, y a cada paso que profundizaba, más dudas surgían, viéndome desbordado por tantos datos científicos que se contradecían, y por tantos intereses que respaldan ambas decisiones a nivel mundial, tanto a los que afirman que somos los causantes, como a los detractores de “semejante disparate”, como ellos lo califican. Pero dentro de tal entramado de datos hay varias certezas universales, sujetas única y exclusivamente a la verdad de los hechos, y ahí es donde me encontré más cómodo.
¿Que és el cambio climático?
Comenzando por el principio, nuestro planeta arrastra millones de años de existencia sin nuestra presencia, y en su inabarcable historia se han sucedido periodos de calentamiento global, alternados por otros de enfriamiento, alcanzando temperaturas que permitieron las cuatro glaciaciones del pleistoceno, conocemos la última de ellas como la edad de hielo, popularizada en dibujos animados, ésta sucedió hace diez mil años aproximadamente. Estas “eras” duraron entre setenta y noventa mil años, entre las que se han alternado los periodos interglaciares, en uno de los que nos encontramos ahora, los que han perdurado entre diez y treinta mil años, hablando desde los datos geológicos que se han extraído alrededor del globo.
A raíz de este primer dato confirmado, se desencadena una de las afirmaciones con más raciocinio de los detractores del cambio climático: Si siempre ha sido así, no lo provocamos nosotros. Y lo cierto es, que podríamos hablar del cambio climático como el estado natural de nuestro mundo, y no como un hecho provocado por el hombre, ya que los diferentes científicos no se ponen de acuerdo en sus análisis sobre la cuestión, ¿afectamos negativamente sobre este cambio? ¿lo aceleramos? No hay una certeza sobre esto entre la comunidad científica. Pero no seré yo el que defienda ninguna entre ambas posturas, sobran candidatos en cualquier bando. En los Estados Unidos ha llegado a convertirse en una cuestión de estado, y este enfrentamiento entre demócratas y republicanos al respecto, no ha hecho sino acrecentar el problema, actuando más bien como altavoz de la confrontación, y sí, una vez más lo han conseguido, nos han dividido en dos bandos.
El problema equivocado
Pues bien, yo creo que nos hemos equivocado desde el principio, todos y cada uno de nosotros, pensemos lo que pensemos, me da igual lo bien informados que estemos, porque sí, yo también me incluyo. Hasta hace bien poco no me di cuenta de algo tan evidente. Se fundamenta el problema sobre una base equivocada, poco nos debería importar esos grados de más que ayudamos a potenciar con la ingente y continua cantidad de polución sobre nuestro hogar. Hemos malgastado las fuerzas enfrentándonos unos a otros, dirigidos desde arriba, por intereses, como tantas otras veces. Nuestra lucha no debe ser por ahorrar unos grados de más. ¡Nuestra lucha es por nosotros! ¡Está en juego nuestra salud! Ahora en más riesgo que nunca.
Así que los únicos datos que aportaré nada tendrán que ver con el calentamiento global, a mi me gusta llamarlo “Envenenamiento global».
Se que el tiempo es más que oro para la gran mayoría, pero es uno de los pocos documentales que merecen la pena sobre el tema en cuestión…
Esta gráfica está extraída de la SEAIC “Sociedad Española de aerología e inmunología clínica” y detalla el aumento de los casos de las diferentes alergias en nuestro país, entre el año 2005 y el 2015.
Según Arantza Vega, su coordinadora de comunicación, “hace veinte años se decía que el 20% de la población mundial era alérgica, ahora ese número se ha doblado, y se espera que para 2025 el 50% de la población de nuestro planeta sufra algún tipo de alergia”. La OMS lo califica como la pandemia del siglo veintiuno. Ojo, lectores, esto es un asunto serio. Sufrir cualquier tipo de alergia no es directamente mortal por necesidad, aunque es así para un porcentaje de los afectados. Pero sí causa trastornos del sueño, fatiga, tensión, somnolencia durante el día, mientras vas al volante… etc. En el caso de la alergia alimentaria, se ha descubierto que hay un tipo de proteína alergénica, como las transportadoras de lípidos (LTP), que cumplen funciones protectoras en plantas, las que podrían estar aumentando la creación de éstas en contraposición a tanto fertilizante, pesticida, y situación de estrés a la que se somete a los cultivos intensivos. ¡Nos estamos envenenando!
Y eso sin contar con las hormonas utilizadas en la ganadería, y demás prácticas insalubres… En cuanto a las alergias respiratorias, el mismo organismo esta de acuerdo en que la sobreexposición a la infinidad de contaminantes, humos de la combustión de los coches, fábricas, tabaco, y demás, es un gran factor de riesgo, directamente relacionado. Una de las principales causas de enfermedades mortales, como el cáncer de pulmón entre otras, las alergias son el mal del siglo veintiuno, pero, ¡son el mal menor!
Y no voy a tratar aquí el resto de la contaminación ambiental, plásticos y demás, eso da para otro post.
Podría seguir profundizando sobre esto y mucho más durante un sinfín de páginas, pero eso podéis hacerlo vosotros, recordad, ¡tenemos que pensar por nosotros mismos!
No importa donde suceda, todos respiramos el mismo aire, y todos bebemos de la misma agua sobre la que cae todo esto.
La luz al final del tunel
Pero, retomando la cuestión, podéis estar o no de acuerdo con nuestra intervención en el cambio climático, pero creo que no podéis estar en desacuerdo sobre nuestra salud, porque es la de todos. El cuerpo humano no entiende de razas, sexo, ideología o estatus social, la palabra “PANDEMIA” es tan pesada que aplasta a cualquiera. Pero todavía hay tiempo, o eso me gusta pensar cada día al despertarme, cada lunes, cuando afronto una semana más por delante.
Un amigo me dijo una vez, al tiempo que golpeaba la mesa con su dedo: ¿Qué hace más fuerza, esto? —y volvió a golpear con el puño cerrado, con su consecuente golpe sonoro— ¿O esto?
Y sí, el mensaje está claro, solo falta que nos lo creamos, solo falta voluntad. Todos juntos tenemos más fuerza de lo que nos creemos, y la muerte que arrastra tras de sí la contaminación no discrimina, lo hacemos las personas…
P.D. Ya está bien de divisiones, discutir siempre enriquece, pero hay cuestiones troncales que requieren de nuestra unión. En este caso se trata de nuestra salud, de nuestra vida. Dejad de lado el concepto que nos divide, aquel con el que nos bombardean, en realidad, hablamos de «Envenenamiento global».
Recuerda suscribirte al blog.
Gracias por tu apoyo