Hierro, mi amor…
Vine al mundo para ser sacrificada, igual que mi pareja de baile. Nadie nos informó al nacer, nadie lo adivinó, pero así está sucediendo.
Fuimos presas del caparazón de nuestra madre. Pero, un colorido universo se abrió ante nosotras al abandonar su protección, forzadas por el avance mecánico de la sociedad. Fue entonces cuando comenzó el baile, y la casualidad me acercó a mi compañera. Fue amor a primera vista…
Bailamos durante toda una vida, envueltas por infinidad de acompañantes. Pero no todo fueron alegrías… también pasamos miedo. Y notamos la presión de la sociedad, incansable sobre nosotras, puede que, por ser diferentes, por amarnos de verdad pese a no entender de sexos… Hay quien envidia ese sentimiento al comprender que jamás lo sentirá.
Ahora ya es tarde para explicaciones, pero ni la muerte nos separará, tampoco la tememos. Y sabiéndonos ahogadas en el calor de nuestro fin, nos dejamos llevar por una espiral de corrientes que nos ablandan, nos transforman… Y es en estos últimos segundos de vida cuando lo entiendo todo. Este amor es duro como el hierro, y será ese nuestro obsequio a una nueva vida…
Nacimos lentejas, ¡esto no acaba con nuestra muerte!